El término “corrupto” por lo general hace referencia a políticos de diversas naciones, al igual que gobernantes, incluidos presidentes; los cuales se motivan por ideales de poder o intereses de los partidos donde provienen. Esto con el fin de realizar acciones que podrían escapar de lo legal, lo ético y lo moral. Cuando dichos individuos son los que se encargan de hacer cumplir las leyes, se tiende un concepto abstracto de lo que “licito” significa.
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La ciencia y su explicación de la corrupción
Explorando el cerebro de muchos corruptos, se ha observado que en las problemáticas actuales de evasión de normas o casos ilícitos, ciertas naciones u organizaciones requieren regulaciones de mayor objetividad. Ante la ley, todas las personas somos iguales, pero en muchos casos, existen excepciones que son poco perceptibles a la vista pública.
La ciencia ha intentado encontrar sectores del cerebro que permitan identificar a las personas que sean propensas a conductas inmorales, con tendencias a cometer actos de corrupción o transgresión de normas dictadas para la sociedad. Algunos investigadores indican que esto es un hecho natural del ser humano, mientras que otros establecen que el bien propio se encuentra por encima del de los demás.
Los comportamientos inmorales activan áreas que se relacionan con la sensación de bienestar ante recompensas. El cerebro muestra sectores que actúan bajo un orden moral que indica lo que es ético, aunque los premios son mucho más satisfactorios, aún si estos se encuentran arraigados a consecuencias.
El entorno influye en el cerebro de un corrupto
Existen otros investigadores que afirman que los comportamientos de las personas son un resultado de múltiples factores, dentro de los cuales, los culturales, sociales, psicológicos y biológicos convergen, realizando interacciones simultaneas que producen una manifestación.
Por lo tanto, se puede decir que aunque es una decisión individual, no es una conducta que se considere desviada o singular a las demás. De hecho, el especialista afirma que los seres humanos vivimos en una sociedad corrupta en la cual los dispuestos a la corrupción son los que cometen la acción.
Sin embargo, no todas las personas son corruptas, y la deshonestidad no es un aspecto generalizado en la conducta de las personas, y esto se puede relacionar a los patrones fijos del cerebro, los cuales crean estrategias empleadas en la cotidianidad de cada individuo.
Por ello, el entorno tiene una especial incidencia en la corrupción. Los seres humanos cuentan con sistemas programados para enfrentarlo, pero se pueden cambiar ante estímulos, y dicha transformación se denomina plasticidad cerebral.
El aprendizaje y la cultura son los principales elementos de cambio hacia el entorno, ya que construyen emociones primarias que son vitales para la supervivencia, y a partir de ellas, otras más complejas, como las que indican lo que es correcto e incorrecto desde un punto de vista moral e intuitivo.